viernes, 30 de mayo de 2008

Muchas veces mientras navegamos en la red nos encontramos con paginas religiosas (pocas veces) y de una que encontré relato que les comparto:

Había una vez un asceta que se ganaba la vida como leñador. No lejos de la aldea vivía una tribu idólatra. Esa gente solía adorar a un árbol de caucho. Consideraban a este árbol de caucho como un socio de Allah. El devoto tomó la decisión de cortar ese árbol y venderlo en el mercado. “Ya les voy a enseñar”, dijo, mientras partía hacia esa aldea. “Que pueda complacer a Allah derribando el árbol que ellos adoran como si fuera Él”. En el camino se encontró con un forastero, que le preguntó a dónde iba. “Esos tipos estúpidos adoran a un árbol”, explicó, “y voy a derribarlo y venderlo en el mercado”.

Entonces el forastero reveló su identidad: “Yo soy Satán”, dijo, “no permitiré que lleves a cabo esa acción”. Oyendo al hombre hablar así, el devoto se arrojó sobre el demonio y lo derribó como si hubiera estado hecho de paja, gritando: “¿De modo que tú eres Satán, eh? ¡Cuántos problemas nos has causado!” Saltó sobre él y lo pisoteó. “Ahora te mataré y salvaré a la gente de toda tu maldad”, dijo. Pero Satán replicó: “No me puedes matar porque se me ha concedido un respiro hasta el Día de la Resurrección. Te resultará imposible, de modo que no te tomes la molestia de intentarlo. Deja el árbol en paz. En lugar de los pocos centavos que a duras penas conseguirías, yo te daré una moneda de oro cada día. ¿De todos modos que diferencia representa para ti? ¿Por qué involucrarte? ¿Acaso te corresponde a ti arreglar el mundo?” El devoto lo acusó de mentir, pero el demonio prometió bajo juramento que dejaría una moneda de oro debajo de la almohada del devoto todos los días. Cuando el devoto le dijo que si no producía el dinero iba a tener noticias suyas, el demonio dijo: “”¡No hay ningún problema! ¡Si yo no entrego el dinero, ve y corta el árbol!” Habiéndose puesto así de acuerdo, se separaron.

El devoto se fue a su casa satisfecho con la vida. Por la mañana se levantó para encontrar una moneda de oro debajo de su almohada. Ya no necesitaba trabajar. Pensó que todos los días llegaría una moneda de oro. A la mañana siguiente se levantó y miró debajo de la almohada, pero esta vez no había ningún dinero. Levantó las esteras y arrancó el piso. Ningún dinero. Se alteró terriblemente. “¡Ya te voy a enseñar!” gritó mientras salía al camino.

Se encontró con el demonio en el mismo lugar que antes. “Satán mentiroso; incrédulo tramposo”, aulló, arrojándose sobre el demonio sin darle tiempo a decir una palabra. Pero fue como si hubiera golpeado una roca. Esta vez fue Satán el que derribó al devoto al suelo como si hubiera sido un fardo de paja, luego se sentó encima de él. ¿Cómo fue que se dieron vuelta las cosas? El devoto estaba confundido y enojado ante este giro de los hechos. El demonio dijo, mientras se reía: “¿No puedes entender lo que paso, no es así? Déjame explicarlo. Ayer habías salido para complacer a Allah. No me hubieras derribado sólo a mí, sino a todos los demonios del mundo. Aquél que pelea en bien de Allah ciertamente vencerá. Pero hoy saliste por dinero, no por Allah. Es por eso que fuiste vencido”.

Bien se dice que el dinero puede cambiar por completo a las personas, dejando de lado sus principios, mientras mas se tiene mas se quiere, es un círculo vicioso, solo pensando en Dios es como se puede triunfar frente a las tentaciones cotidianas.

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