domingo, 9 de diciembre de 2007

El golpe

Ya era de noche, en mi intento por detener el carro había fallado. El golpe simplemente no lo sentí, al menos no en el plan en el que todos llaman “un dolor fuertísimo”, no, para nada, es mas, casi se puede decir que no lo sentí. Solo que algo me pegaba en la cadera.
En un momento me vi tirado en el piso, tratando de moverme pero sin conseguirlo, al llegar mi padre me dice que si como estoy, que si me puedo mover, tremendo susto el que apenas estaba empezando para el, así como para mi familia, le contesté tranquilamente que no podía mover mis piernas, que solo movía los dedos de los pies, de ambos, el insistía en que me tratara de mover, que me levantara y por primera vez le pedí (y no con palabras bonitas), que por favor me moviera de donde estaba, para mi suerte había caído encima de un hormiguero, o mejor dicho casi encima y las hormigas, como es su naturaleza, me habían empezado a picar.
En esos momentos mi cuñado se encargaba de parar un carro que por ahí pasaba, un pick up, entre los 3, (mi papá, mi cuñado y el dueño del auto) me subieron a la parte trasera y ahí que me llevan al IMSS (Instituto Mexicano de Seguridad Social), en el trayecto iba contemplando las luces del alumbrado público y calculando mas o menos cuanto tardaríamos en llegar, la verdad es que, para ser fin de semana, el trayecto se me hizo demasiado corto, por un lado pensaba como es que se había venido tan rápido el carro, que ciertamente era mucha la pendiente que había pero en una distancia tan corta no era para que fuera mas veloz que uno.
Al llegar al hospital, entramos como si fuéramos una ambulancia, directos a donde está la recepción de los heridos, salió el personal y al trasladarme del carro para subirme a una camilla vi algo que no me gustó, una pequeña mancha de sangre, recuerdo haber pensado en ese momento: “Ya valió madre”
La entrada no fue precisamente con “bombo y platillo”, gritos por aquí y por allá, movimiento de gente, todos alrededor de uno, por un lado hablándome, por otro interrogándome, otros pidiendo que no dejara de hablar, lo que se puede decir un soberano despelote, ya no sabía ni a quien dirigirme, por un lado se puede decir que es una muy buena estrategia para mantener a los heridos con la mente funcionando al 200% pero caray, casi me vuelven loco, por un lado contestando a la santa inquisición (que comió, a que horas, que tipo de sangre eres), y otras preguntando por mi estado civil, que si me duele, etc.
Cuando oí el ruido que hacían al cortar mi pantalón me desconecté de todos los demás y les pedí que no lo cortaran, que era nuevo, apenas ese día lo estaba estrenando, mis suplicas, como es de suponer, de nada sirvieron, como buen herido me dejaron con solo la bata que ponen.
Ese día fue el último en que salí a carretera con ropa nueva.

1 comentario:

Ramielys Mejía dijo...

:O

Waohhhhhhh Q suerte.... y con tu ropa Nueva!!!

Espero q te mejoress!!! :$

Hasta Luego...